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  • akashaser

LA PALABRA TIENE LA PALABRA

Somos en la palabra. La palabra es posible por el reconocimiento mutuo. No hay palabra en la soledad, su propósito genuino es el entendimiento. La palabra surge en la necesidad de entendernos sobre algo en el mundo y ponernos de acuerdo en el nombre que le damos a las cosas y explicar lo que nos proponemos o lo que sentimos.

La palabra es el vehículo del pensamiento y es fiel a lo que se configura desde su esencia: el logos, pero es impostora de aquella parte que no es logos y que domina una amplia parte de aquel universo del pensamiento y por eso siempre es insuficiente. Pero, la palabra, también es cómplice para allegarnos aquellas experiencias que brotan más allá de los sentidos y a las que podemos acceder gracias a ella.

La palabra no solo señala, con ella también hacemos cosas e inducimos a otros a hacer cosas. La palabra por sí sola no basta para ser entendida, necesita de contexto, intención y la fuerza moldeadora de las emociones que le dan tono, cadencia e ímpetu. Toda acción está inmersa en la palabra que la llena de sentido y desentraña su intención.

En la palabra vamos tejiendo una maraña de historias que se cruzan, que van y vuelven, formando un mar de entendimientos y malos entendidos generadores de conflictos que, en la confrontación entre el instinto y la cordura, puede transformarse en violencia o disolverse en los consensos que nos remiten al propósito original de la palabra.

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